miércoles, 9 de marzo de 2016

De Hermosillo a Puerto Peñasco por la Carretera Costera (29/feb a 5/mar 2015)


Día Cero – Un inicio en falso (0 km)

Había decidido explorar una nueva ruta, debido a que la carretera Hermosillo – Bahía de Kino ya la he recorrido varias veces. Durante días usé Google maps para trazar un camino hacia Puerto Libertad que prometía 80 km de terracería rodeada por nada más que monte.


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Inicio el camino, que rápidamente se convierte en tierra y a ratos arena que se traga mis llantas y me hace bajarme y empujar. Zigzagueo por una serie de caminos que llevan a ranchos varios. Paso junto a una reja con un letrero que advierte: “No pasar sin permiso. Podría salir lesionado y/o preso”. Qué bueno que yo no planeo ir por ahí...
A los 25 km, cuando empezaba ahora sí el camino “real”, me encuentro con otra reja. Esta vez sí planeaba ir por ahí. Era justo el camino que buscaba. Y una reja, una cadena y un candado me dicen que nel, por ahí no. Viene a mi mente el letrero en la reja anterior...

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Como ya pasa de mediodía, decido volver a casa, planear una ruta distinta, y reiniciar al día siguiente.


Día 1 – Hermosillo a Restaurante de Amanda (100 km)

La primer parte del día inició con un progreso rápido. Tomé la carretera a Kino que ya bien conozco y de la cual deseaba salir en el menor tiempo posible. En cerca de hora y media estaba en la desviación hacia Puerto Libertad, la Calle Cero, y el tráfico se reduce considerablemente, una de mis cosas favoritas de tomar caminos alternativos.

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El resto de la jornada transcurre sin muchos eventos, excepto la emoción de un nuevo camino. No hay mucho: interminables campos agrícolas y una tienda cada tantos kilómetros. Me detengo en una de ellas y llega una ambulancia. Son los de Protección Civil de Puerto Libertad. “Nos conocen como Equipo Cimarrones. Pregunta por nosotros cuando llegues para que te quedes ahí”. Han venido desde allá para transferir a una señora de unos 70 años a otra ambulancia. Se fracturó la cadera y la llevarán a Hermosillo a ser atendida. Va directo al quirófano, me dice uno de  los Cimarrones. La señora se queja poco. Hace años yo me partí en dos el hueso del dedo meñique y cuando me lo acomodaron me salieron lágrimas.

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Genial, ya tengo lugar en mi destino de mañana. Ahora solo debo buscar el de hoy. Mi límite para pedalear es la puesta del sol, que en esta época del año es a las 18:30 horas. Seguir a oscuras me parece un peligro innecesario (“Como si hacerlo de día no lo fuera suficiente”, dijo alguien una vez...). Justo acabo de cubrir los 100 km que me propuse para el día, el problema es que ahora no hay más que naranjos a mi alrededor. Huele hermoso. Me recuerda a mis días primaverales en la Universidad, cuando los árboles se cubren de flor de azahar y toda la escuela huele re bonito. A mi izquierda aparece un restaurante, y decido llegar a comer y pedir un espacio para acampar.
Aquí conozco a Amanda y a su mamá, quienes viven y trabajan en este lugar. La cena que me ofrecen está deliciosa, pero más rica aún fue la convivencia con ellas. Me cuentan que al ser la única cocina abierta en quién sabe cuántos kilómetros a la redonda, ven pasar a todo tipo de gente. Militares de gatillo fácil que dejan su firma con hoyos en la pared, policías en operativos que jamás serán documentados, traileros de porte vaquero con uñas postizas largas, azules y con diamantitos, familias rarámuris desnutridas con papá adepto al cristal, ingenieros en engorda para thanksgiving, buitres de corbata ofreciendo cinco ceros por tu patrimonio de toda la vida, jornaleros que retan a la muerte saliendo a la calle en tacones porque ya no aguantan fingir ser alguien que no son, gavilanes que creen que porque no estás casada has de estar necesitada, narcos que ofrecen dinero a cambio de que te cuelgues un radio a la cintura...

Amanda tiene dos carreras terminadas, y le faltó un año para terminar una tercera. Derecho y Administración pública son su fuerte. Tras trabajar quince años en el gobierno federal y parte de ellos para Santiago Creel cuando secretario de gobernación, decidió que ella prefería volver acá, donde pasó su infancia, y de donde ella y su mama se rehusan a irse, por más que sus familiares insistan. Quien la ve vendiendo caguamas cree que jamás ha salido de la cuadra. La realidad es que se topan con una mujer fuerte y que no necesita de nadie que venga a ofrecerle cosas materiales a cambio de abandonarse a sí misma y a su mamá. Las horas pasan como segundos, de repente ya es medianoche, y bajo el cielo más estrellado que he visto en meses, nos vamos cada quien a dormir.

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Día 2 – Amanda’s a Puerto Libertad (130 km)


No es novedad que las cosas en la Costa de Hermosillo están difíciles. Pero una cosa es leer un artículo, y otra es estar ahí y verlo y escucharlo de la propia gente que lo vive. Me despierto al escuchar que alguien da el buenos días desde afuera. La primer caguama vendida del día. Mi reloj dice que son las 7:30 am. Sobre el desayuno y sendas tazas de café, las muchachas me cuentan que ese morro tiene dos hijos y que antes estaba peor, que ahora quiere irse a un campo que está más retirado, para que la cerveza le quede más lejos. La tradición pueblerina de darle el buenos días/tardes a quien se atraviese, conocido o no, aquí significa que uno está interesado en la otra persona. Responderle el saludo a un extraño podría ser la excusa para la golpiza de la noche. Pensando en esta y muchas otras cosas más que me contaron, retomo mi camino. Tarde pero desayunado, cafeceado, informado, y con bolsitas de pasas y nueces, que tan buenas son pal que anda mucho.


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El camino transcurre en una monótona línea recta. Tomo un descanso en la Tienda del Desierto, que al parecer es la última hasta Puerto Libertad. Hace calor, y me empieza a acosar un viento de frente que viene de la costa, y que no me dejaría en paz por el resto del día.

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Hay poco donde esconderse del sol. La mayoría son arbustos pequeños hasta que encuentro un paloverde bajo el cual paso las horas más fuertes de calor, y donde alguien parece haber estado practicando puntería.

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Al llegar a Puerto Libertad acudo a la policía a preguntar por los Cimarrones. Sale un oficial al que le expreso mi duda, se distrae preguntándome de donde vengo y esas cosas, y luego se vuelve a meter sin decirme nada. Espero unos minutos, pero no vuelve a salir. No es la primera vez que me pasa algo así con policías, no sé si es coincidencia o algún comportamiento adquirido. Vuelvo al expendio de cerveza que pasé antes, ya que normalmente estos suelen ser centros de información en lugares pequeños como este. Platico con un ex militar, que me cuenta de sus andadas por los EEUU trabajando por aquí y por allá. Uno de los clientes del expendio me pregunta mi historia, y me ofrece un lugar en su casa. Sigo a Eduardo, mi nuevo anfitrión, hasta dentro de las instalaciones de la termoeléctrica de la CFE. Sabía de este lugar pero jamás pensé estar dentro de él. Al ser territorio de propiedad federal, está resguardado por la Marina armada y además seguridad privada. Quienes aquí trabajan viven en una colonia dentro del terreno de la termoeléctrica. Eduardo me platica un poco de sí y de cómo funciona el proceso de sacar energía eléctrica del agua de mar. Yo me atoro en la parte donde empieza a hablarme de vapor seco... Más tarde acudimos a un festejo con sus compañeros de trabajo. A uno de ellos le ha sido otorgada la base en la compañía y eso amerita una olla enorme que contiene una caguama entera. La tortuga, no la bebida. Mientras la degusto pienso en lo adecuado de que esté prohibida su captura, porque me parece que está buenísima. Ésta en particular, fue comprada a los seris, en la comunidad a unos 30 km de aquí (espero no estar metiendo a alguien en problemas con ésto...)

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Día 3 – Puerto Libertad a Puerto Lobos (65 km)


Salgo de Puerto Libertad tras un desayuno y conversación con Eduardo. A diferencia de los días anteriores, esta carretera tiene acotamiento, por lo cual puedo bajar mis defensas al volante. El desierto no se hace esperar.


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Siendo una distancia relativamente corta, me tomo todo el tiempo del mundo para jugar con la cámara.

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Tengo la carretera prácticamente para mí solo.

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Me detengo a comer a la sombra de un cerro cortado, con vista a la bajada que me espera.

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De Puerto Lobos me pasaron el nombre de unas personas, familiares de las personas con las que voy a llegar en Puerto Peñasco, que a su vez me los pasó una amiga, y es ahí donde planeo llegar a pedir un espacio para acampar. El lugar es chico, y todos conocen a quien yo busco. Pero al llegar a su casa me la encuentro vacía. Platico con su vecino de enseguida, quien me dice que salieron desde en la mañana. Recorro el pueblo para hacer tiempo. La mayor parte de las personas se dedican a la pesca, pero la jornada ha terminado, así que yo me entretengo comiendo nueces y viendo cómo sacan las lanchas del agua para estacionarlas. Hay un grupo de niños en bicicletas que le pusieron plásticos para que la llanta al rodar haga ruido como de motocicleta, y por un segundo considero hacer lo mismo con mi bici. Vuelvo a la casa, pero las personas no han regresado. El vecino, a quien llamaré Don Señor (nunca mencionó ni le pregunté su nombre) me ofrece su porche o el asiento trasero de su auto, que lleva meses sin moverse. Ante la posibilidad de evitarme tener que poner la casa de campaña, acepto el carro. El día se despide con un hipnotizante atardecer, mientras Don Señor me cuenta cosas de su vida. De cómo le gusta irse a caminar al monte, de que no le agrada que últimamente todo está cercado para evitar que la gente entre y vea lo que no debe ser visto, de cómo se topa con las lanchas que llevan costalitos misteriosos hacia Puerto Peñasco para después cruzar el desierto y después la frontera, de cómo lo amenazan con matarlo pero a él a su edad eso no le da miedo, de cómo no puede aceptar las nueces que le ofrezco porque ya no tiene dientes pero que hasta a eso uno se acostumbra...

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Día 4 – Puerto Lobos a Puerto Peñasco (160 km)

Al salir del carro que fue mi casa por una noche me espera un hombre. Es el tío Chon, a quien yo buscaba ayer. Le explico cómo es que vine a dar aquí, a su casa, e inmediatamente me invita a pasar. Mientras yo empaco bebemos café y me cuenta cosas del lugar. Él echa a andar una parrilla y arroja unos trozos de carne y tortillas sobre ellas, en medio una revuelta de nietos juguetones. Terminado el desayuno me despido del señor Chon, con el encargo de darles sus saludos a sus parientes en Peñasco. Media hora de terracería, y estoy de vuelta en la Carretera Costera.

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Me espera un camino muy largo si quiero llegar hoy. Es línea recta, vuelta a la izquierda, y recta de nuevo. El camino me aburre, y no encuentro algo que me distraiga de lo mucho que me falta, excepto jornaleros que saludan a la distancia. De toda la Carretera Costera, este tramo es en el que menos cosas interesantes encuentro para ver.

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Al llegar a la marca de los 75 km, como a eso de las 5 pm, me doy cuenta de algo que me hace reconsiderar mis planes: el acotamiento se termina repentinamente. La carretera se vuelve estrecha, y los vehículos apenas encuentran espacio para sí mismos. El sol pronto se meterá y decido intentar conseguir un raite. Tras una hora una troca se detiene, y nos lleva a mí y a mí bici hacia Peñasco, donde la Tía Luly espera al amigo de su sobrina (o algo así) que viene en su bici desde quién sabe dónde.

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Día 5 y 6 – Descanso en Puerto Peñasco

Mi nueva Tía tiene un imperio tortillero. Con varias locaciones en la ciudad, es la que abastece de tortillas de harina a cientos de hogares. Su esposo, el señor Enrique, hace lo propio pero con pescado. Comparto un par de días con sus hijas e hijo, y le doy una aseada a la bici, preparándome para los días que siguen a través del Gran Desierto de Altar.

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13 comentarios:

  1. Buenísimas fotos y buenísimas historias, andas de antropólogo bicicletero :D go Dani go!

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    1. Gracias Karla. Y si, me encanta esto de escuchar historias. A veces siento que la gente me cuenta cosas que no le cuentan a otras personas tan fácilmente, probablemente porque saben que voy de paso y es posible que jamás me vuelvan a ver. Como sea, mientras ellos sigan platicando, yo seguiré escuchando :D

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  2. Felicidades carnal!!! Ahi vamos siguiendote y echandote todas las vibras!! Con fuerza, poder y mucho amor. Melbeat

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    1. Los tres ingredientes para lograr lo que uno quiere. Gracias, un abrazo y buenos deseos para las dos, en los caminos nos veremos.

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  3. Excelente crónica, excelentes fotos y envidiable viaje máster. Seguiremos leyendo, imaginando que también voy pedaleando por el desierto. Un abrazo carnal

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    1. Gracias camarada, las historias y las fotos se van dando solitas sobre el camino, nada más tengo que estar atento. Y así me acompaña el que me lee :)

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  4. Zaid, excelente tu narracion y un muy buen plus... las fotos. Saludos LC

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    1. Hey, gracias por tomarse el tiempo, que pa eso son. Saludos!

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  5. Envidiable travesía amigo Daniel. Mis mejores deseos para que la dureza de los elementos te permita disfrutar el sufrimiento (eso es lo que hacemos los que decidimos subirnos a esa máquina maravillosa). Cuando decidas venir a Colombia, verás un paisaje diferente pero igualmente hermoso. Suerte!!

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    1. Señor Carlos, estoy seguro que un día lo visito por allá en sus tierras. (Perdón por la respuesta tardía, aparentemente no vi la notificación de este mensaje...) ¡Un abrazo desde Hermosillo!

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  6. Hola que buena aventura ! Leí todo felicidades por practicar ese deporte tan bonito ! ...di con esto por que ando buscando información sobre la carretera que sale presisamente de kino ...busco gente como tu que la ha crusado pero más que nada quiero saber si puedo transitar sin problema con mi carro (esta habilitada la carretera) o si esta bueno el camino como mi carro es compacto ...me gustaría viajar hasta puerto peñasco por esta ruta? Me la recomiendas? Gracias ojala puedas leer esto :)

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    1. Hola Agna, vaya, perdón, al parecer no vi la notificación de este mensaje. Por si aún te sirve de algo, te responderé: esta carretera no sale precisamente de Kino, tienes que desviarte antes de llegar a Kino (saliendo de Hermosillo), la desviación está señalizada (por ahí sale en mi segunda o tercer foto). La carretera está muy bien en algunas partes y no tan bien en otras. Por ejemplo el tramo de la desviación y hasta Puerto Libertad está en malas condiciones. De ahí a Puerto Peñasco está en MUY buenas condiciones. En general, este trayecto te recomiendo que no lo hagas de noche (de hecho esto es recomendación de los locales), así que aviéntate el tramo de día y llévate lo necesario en caso de una ponchadura, al parecer no es buena idea poncharse en esta zona :) Si gustas agregarme a FB para más preguntas, mi contacto está al principio de la página (Daniel Zaíd). De nuevo, perdón por la tardanza.

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  7. Matias Ochoa....de Los MOchis Sinaloa...Excelente viaje ...mejor narracion que te engancha desde el principio,,,tienes mas?...
    felcidades y adelante....¡¡¡¡¡

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